22 feb 2011

Noticia El Mercurio 21/02/2011

A un año de ocurrido:
Humedales costeros están en plena recuperación tras el impacto del maremoto

Fueron una línea de defensa clave frente al violento fenómeno natural. En la barra del Mataquito y la laguna de Bucalemu, la restauración ha sido bastante rápida.

RICHARD GARCÍA

Cambios físicos temporales, desplazamiento de hábitats de algunas aves y mayor presencia de agua salada son algunos de los efectos que provocó el 27-F en los humedales de la zona costera de Chile Central.

Según la convención Ramsar que regula su protección, estos depósitos de agua dulce del litoral, además de ser refugios para la biodiversidad, frenan, en la medida de lo posible, la embestida de los maremotos en la zona costera. Es decir cuando hay un humedal -como una laguna o la desembocadura de un río-, parte del agua se mete por esa cuenca, perdiendo fuerza el choque del mar contra la costa.

Uno de los lugares que ha servido como laboratorio natural de los efectos del maremoto, es la laguna costera de la Reserva Nacional El Yali, situada 40 kilómetros al sur de San Antonio. El preciado sitio de nidificación y descanso de aves acuáticas en la costa central, fue golpeado en forma frontal por el maremoto.

"La laguna se movió cincuenta a ochenta metros tierra adentro, respecto de su ubicación original. Las dunas que estaban entre el mar y la laguna fueron arrastradas por el maremoto y entraron dentro de la laguna", cuenta el académico de Ingeniería Ambiental de la U. de Playa Ancha, Manuel Contreras.

Las marejadas costeras que se produjeron durante el año provocaron nuevas irrupciones de agua salada. "Tuvimos dos muy importantes, una en abril y otra en agosto, que afectaron particularmente al humedal porque estaba sin las dunas que lo protegían del oleaje", dice.

La nueva fisonomía del lugar, la penetración de agua salada y además la disminución del oxígeno en el agua -en la parte que quedó aislada-, afectan la alimentación de las aves, tanto de las que comen peces como de las que comen plantas, sostiene José Luis Brito, curador del Museo de Ciencias Naturales de San Antonio.

El experto en vida silvestre precisa que si bien las aves no se fueron completamente, su presencia disminuyó, aunque se ha ido recuperando. "En este verano sólo hubo nidificación de aves pequeñas como loicas, diucas, jilgueros y chirigües. Los patos, taguas, cisnes y algunas gaviotas que nidificaban en el lugar, no lo hicieron". Tras hacer un reconocimiento aéreo, comprobaron que los cisnes cuello negro y coscoroba que antes se concentraban en El Yali, se han repartido a través de los 48 cuerpos de agua del sistema de humedales costeros de la provincia de San Antonio, concentrándose especialmente en la desembocadura del río Rapel.

La Boca del Maipo, otro humedal importante de la zona, también experimentó importantes modificaciones. "Disminuyó su profundidad en la zona del estuario y desembocadura, porque con el terremoto se sumergieron las laderas inmediatas de ambas riberas. Esto es notorio ahora porque se embanca más el río", dice Brito. Tampoco se ha recuperado la laguna Ojos de Llolleo, inmediatamente al norte de la Boca.

Unos 120 kilómetros al sur de esta zona, en Bucalemu, se produjo un caso singular de recuperación. La barra de arena que protegía la laguna costera del mar había sido cubierta por éste, pero ahora se encuentra completamente reformada. "Es buen ejemplo de la rapidez con que los sistemas reaccionan. En este caso se recuperó casi igual a lo que existía antes del maremoto, porque el sedimento esparcido debió quedar ahí mismo y el oleaje posterior lo que hizo fue remontarlo", destaca Rodrigo Cienfuegos, ingeniero hidráulico de la U. Católica.

Otro caso se presenta en la Boca del Mataquito, en la Región del Maule: una barra que separaba el mar de la costa había sido prácticamente borrada del mapa. "Ha ido avanzando bastante rápido y reformando la zona en un 70 a 80 por ciento", añade Cienfuegos. Desde la Boca del Maule al sur, la situación fue mucho menos dramática destaca Rodrigo de la O, director ejecutivo de la organización Vigilante Costero Maule-Itata. "Hay lugares muy cercanos al epicentro que uno pensaría que se vieron dañados inmediatamente, pero no pasó nada", remata.
Basura arrastrada

Los estudios en el Yali además permitieron obtener información sobre volumen y características de basura y objetos que movió el maremoto. Manuel Contreras, ingeniero ambiental de la U. de Playa Ancha, señala que de las 20 toneladas de basura recolectada en 20 hectáreas, 46% correspondió a plástico (envases de botellas, algunos juguetes), 17% a madera (muebles, portavasos y cuadros), 12% a plumavit, 7% a vidrio (botellas y frascos) y 18% a otros objetos, incluyendo ropa, cuero, restos de electrodomésticos y hasta un computador. "Lo más probable es que provengan desde Llolleo asegura el investigador.

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